Los event manager u organizadores de eventos tenemos la “fea costumbre” de querer que todo salga bien. Es normal vivir esos momentos previos a todo evento, por muy o poco importante que puedan parecerles a otras personas, al fin y al cabo, es nuestra carta de presentación.
Si un evento sale bien nadie se acuerda de quién está detrás de toda esa organización, simplemente le dan la enhorabuena al anfitrión, dejándonos a la sombra, pero es normal, en eso consiste nuestro trabajo, estamos acostumbrados y nos sentimos muy alabados por ello, pero cuando algo sale mal…. sale a la luz esa figura a la sombra de todo evento, la que está entre bambalinas, por los pasillos corriendo, con el teléfono pegado a la oreja y mil cosas más. Creo que no suena extraño lo que digo, pues se ha dado más de un caso en los que los periódicos critican la mala organización o el protocolo de ciertos actos.
Por ello, hay que reconocer que todos los eventos salen mal. Sí: TODOS. Por muy perfecto que nos haya podido salir —aparentemente—, por muy impresionados que estén los invitados, el propio anfitrión o incluso tú, siempre hay algo que sale mal. Y ese es el mejor análisis que podemos hacer. Tenemos que ser autocríticos y no conformarnos con poco, pero tampoco ser demasiado exigentes.
Debemos tener en cuenta todos los pequeños detalles que podrían haber salido mejor, por muy insignificante que pueda parecer, ya que atendiendo a estos detalles, nuestro trabajo y servicio siempre será mejor.
Por ello recuerda: todo sale mal.
Artículo de opinión de María Gil, Graduada en Organización de Eventos, Protocolo y Relaciones Institucionales en IMEP. Ejemplos de Osmary Guevara, Community Manager de IMEP.
Foto Creative Commons de Web Summit.
Deja una respuesta