El Museo de Arte Metropolitano de Nueva York (MET) acogió un año la gala más importante del mundo de la moda, en la que las celebridades sacan su lado más fashion y estrambótico intentado estar a la altura de la temática que se propone.
Este año el tema del evento fue the Camp: Notes of Fashion, en honor a Susan Sontag por su ensayo Notes on Camp (1964), permitiendo a los asistentes sacar su lado más extravagante y original. Sin embargo, pocos estuvieron a la altura.
Un evento donde la vestimenta es parte de la escenografía: desde anfitriones a invitados
Las propuestas fueron el aperitivo de una noche lúdica en la que los diseñadores dieron rienda suelta a la creatividad: una cabeza de hule como accesorio, pirámides de sombreros para desafiar el equilibrio, un hombre con la mitad de un traje y la mitad de un vestido, faraones, flecos y tantas plumas como colores del arcoíris.
Los anfitriones de este año, la tenista Serena Williams, con un horrible vestido amarillo y unas indescriptibles deportivas a juego, y el cantante Harry Styles, sin apenas arriesgar. El director creativo de Gucci, Alessandro Michele, la cantante Lady Gaga y, por supuesto, Anna Wintour, dejaron mucho que desear, a excepción de Gaga que fue la gran protagonista de la noche.
La cantante llegó al MET con un impresionante vestido rosa fucsia, obra de Brandon Maxwell, que no dejó indiferente a nadie, llegando a lucir hasta cuatro looks durante la noche. ¡Todo estilo! Katy Perry intentó destronarla, vestida de candelabro, pero estaba demasiado incómoda como para conseguirlo.
La cantante Céline Dion interpretó el concepto como «atemporal» y lució un vestido de flecos plateados con un «casco» de plumas. Ella, cómo no, lo hizo con elegancia. Además de ella, la cante Dua Lipa con un vestidazo de Versace y un peinado muy años sesenta y la actriz Lilly Collins, con un look que emulaba a Priscilla Presley en el día de su boda con Elvis, fueron también las reinas de la noche.
En cuanto a los hombres, ninguno arriesgó demasiado, luciendo la mayoría aburridos esmóquines. El único que consiguió destacar fue el cantante Jared Leto, que lució un modelo de Gucci y una réplica de su cabeza como accesorio, como ya hicieron los modelos en el desfile otoño-invierno de la firma italiana.
Escenografía
En cuanto a la decoración y la puesta en escena, el diseño para la entrada del MET fue una fantasía realizada con cinco flamencos de casi ocho metros de altura, llenos de plumas, sobre 30.000 flores y en cuyo montaje participaron al menos 25 personas. ¿El resultado? Una teatralidad digna de la gala más ambiciosa y extravagante del año.
Catering
Sin embargo, poco (o nada) pudimos ver del interior, donde se celebró la cena. Lo que sí sabemos es que la cubertería era de bambú y plata, la vajilla con decoración floral y la cristalería en tonos rosados, a juego con las lámparas de plumas que también decoraron la mesa.
Servilletas de lino blanco con un flamenco bordado y flores silvestres sobre un mantel en color rosa empolvado también de lino. «No había espacio para la simplicidad, incluso cuando se trataba de la mesa», declaro el encargado de la decoración Raúl Arévalo a Vogue semanas antes del evento. El menú fue realizado por el catering de Olivier Cheng.
El paraíso señoras y señores estaba el día 6 de mayo en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York.
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