El Estado se organiza para despedir a Adolfo Suárez
02/4/2014
Siguiendo el guión de los actos diseñados por el Departamento de Protocolo de la Secretaría General de Presidencia del Gobierno, el pasado lunes 31 de marzo se celebró en la Catedral de La Almudena (Madrid) el Funeral de Estado a Adolfo Suárez, para rendir así el último homenaje al que fue primer Presidente de la Democracia en España. Tras su fallecimiento el domingo día 23 de marzo, el Gobierno, en coordinación con los servicios de Protocolo del Congreso y de la Casa Real, había puesto en macha el Ceremonial de Estado previsto para Honores Fúnebres a ex Presidentes del Gobierno, tal como contempla el Real Decreto 684/2010 de Reglamento de Honores Militares.
El Funeral estuvo presidido por SS. MM. los Reyes, acompañados por los Príncipes de Asturias. A su llegada a la Catedral, fueron recibidos por el Arzobispo de Madrid, el Presidente del Gobierno con su esposa y uno de los cinco hijos del difunto (Adolfo Suárez Illana) acompañado por su esposa.
Durante la ceremonia religiosa, la familia del que fue protagonista indiscutible de la transición española, estuvo acompañado por los tres ex Presidentes del Gobierno. Tras ellos se encontraba el Gobierno en pleno, así como todos los Presidentes de Comunidades Autónomas y un gran número de ex Ministros de los gobiernos de los primeros años de la democracia. También acudieron a la ceremonia cerca de una veintena de dirigentes internacionales que quisieron estar en persona para rendir homenaje al artífice de la transición española, además de otras muchas personalidades de la vida social y política del país.
Tal como exige la etiqueta para este tipo de actos, todos los asistentes acudieron a la ceremonia religiosa de luto riguroso.
Antonio Martínez , docente de Ceremonial de Estado en IMEP, afirma que :«Una estrecha y magnífica coordinación de los Departamentos de Protocolo de Presidencia del Gobierno, Congreso de los Diputados y Casa Real, pilotados y coordinados por el primero de ellos, ha permitido que el funeral de Estado del pasado lunes haya supuesto un brillante colofón al guión diseñado para la puesta en escena de los distintos actos de despedida que durante ocho días se han sucedido en diferentes escenarios (Congreso, calles de Madrid, ciudad de Ávila y Catedral de la Almudena).
Pero, con la celebración de todos estos actos de despedida del que fue primer Presidente del Gobierno de nuestra actual etapa democrática, además de haberse dado brillante y fiel cumplimiento a la normativa prevista para el caso de fallecimiento de un ex Presidente del Gobierno, las formalidades del ceremonial y protocolo del Estado han servido también para aparcar durante unos días el permanente estado de crispación política en el que vive últimamente nuestro país (los actos fúnebres han conseguido reunir, bajo una aparente sensación de normalidad, a representantes de todo el abanico político y social). Hacía muchísimo tiempo que la España institucional, política y social no se reunía al completo. No cabe duda del efecto unificador que ha supuesto la puesta en escena de la despedida de Adolfo Suárez.
En este caso, el ceremonial de Estado no sólo ha sido un instrumento para realzar la solemnidad y grandeza de los actos fúnebres de despedida de una alta personalidad pública, sino que ha facilitado la escenificación de un deseo querido por todos: el de la concordia en la vida de los españoles y de sus familias.»