Entrevistamos a la mujer que durante 158 días dirigió la agenda de monarcas, ministros, presidentes, cantantes y escritores durante la Exposición Universal de Sevilla en 1992, María Teresa Otero. Pionera en el Protocolo y las Relaciones Institucionales en España, fue jefa de protocolo en la Junta de Andalucía y de la delegación del gobierno en la misma comunidad. También es consultora y docente, y desde este curso forma parte del claustro docente de nuestro máster oficial. Charlamos con ella sobre sus vivencias, la evolución del sector y las nuevas generaciones.
Pregunta: ¿Cómo definiría usted los términos de Protocolo y de Relaciones Institucionales?
Respuesta: Las relaciones institucionales, para que todo el mundo los pudiese entender, son la manera que tiene una organización de eh relacionarse con sus públicos, sobre todo públicos de un cierto nivel, como son administraciones públicas, grandes empresas o corporaciones. Por tanto, las relaciones institucionales abarcarían infinidad de aspectos de la vida cotidiana de una empresa, organización o institución que se relaciona con otras.
Por otro lado, el protocolo sería únicamente la manera de ordenar a las autoridades en los actos en los que estas participan, aunque hay algunas tendencias que consideran, modernamente, que el protocolo es todo el proceso a través del cual se organiza un evento. Desde mi punto de vista, eso sería más bien el ceremonial, y el protocolo se refiere exclusivamente a la ordenación de autoridades.
P: ¿De qué manera entró usted a las instituciones públicas o de qué manera se empezó a interesar por el protocolo institucional?
P: Pues fue una cuestión de suerte porque yo tenía un grupo de amigas entre las cuales estaba una persona muy cercana a la presidencia de la junta de Andalucía que, en un momento dado que hizo falta encontrar a alguien para que se ocupara del protocolo de la presidencia, se acordó de que yo estaba en ese momento sin trabajo y que tenía una formación que me había educado en ambientes en el que había muchos eventos y pensó que yo podía cubrir bien ese puesto de trabajo.
Entonces estuve trabajando en la junta de Andalucía una temporada, y luego pasé a otros organismos oficiales. Pero, sobre todo, intenté formarme y conseguir ampliar mis conocimientos en ese tema porque yo soy licenciada historia, no tenía conocimientos de protocolo. Sí tenía una formación cultural y humanística importante que me ayudó mucho, pero en protocolo me tuve que poner al día.
P: Además, es consultora en relaciones institucionales, trabajo en el que lleva desempeñando más de 40 años. ¿Qué perfiles de cliente le suelen contratar?
R: He tenido todo tipo de perfiles de clientes, desde personas físicas individuales que necesitaban prestigio social y entrar en la sociedad en la que estaban, hasta multinacionales, organismos internacionales, empresas, ayuntamientos, comunidades autónomas, países etc.
También, todo tipo de actos. Desde la inauguración de un casino hasta organizar una Cumbre hispano marroquí, un congreso de urólogos de 10.000 personas o un banquete de comunión de una niña, o sea, que he tenido todo tipo de clientes (risas).
Lo fundamental es que a las personas que de verdad les gusta este mundo sean conscientes de que sin una base cultural y formación humanística importante, no van a ser capaces de gestionar después.
Mª Teresa Otero
P: ¿Considera que ha cambiado el protocolo y la manera que tienen de relacionarse los miembros de las instituciones y la política desde sus primeros años en la profesión?
R: Sí, han cambiado mucho. Cuando yo empecé a trabajar en protocolo, que fue en el año 1983, todavía estaba muy cercano el decreto de Franco que era el que el que estaba funcionando. Y todavía las autoridades no se habían dado cuenta de que no solamente había que tener en cuenta las propias autoridades, sino también la sociedad civil Entonces, en los actos en aquella época, la lista de invitados se resumía en las autoridades. No había presidente de los empresarios, no había sindicato, no había clubes deportivos, asociaciones o colegios profesionales. Únicamente la iglesia, los militares y los políticos eran invitados a los eventos públicos.
Sin embargo, poco a poco se fue abriendo esta lista de invitados a otras personas y, sobre todo, lo que fue decisivo, fue que en el año 83 se hizo un nuevo decreto de protocolo que sustituyó al de Franco del 68, que puso las bases para el protocolo contemporáneo.
P: ¿Cuál considera que ha sido el mayor reto al que se ha enfrentado como jefa de protocolo?
R: Mi mayor reto fue el dirigir en la exposición Universal de Sevilla el 92 los Días Nacionales y de Honor. Fueron 158 días seguidos de trabajo en los que un día venía Mario Conde, al siguiente los Príncipes de Mónaco, pasado mañana los reyes de Suecia, al otro el presidente de la comunidad Autónoma del País Vasco, el siguiente venía Lady Di y el príncipe Carlos y era una locura. Todos los días eventos de una importancia y de un nivel de autoridades importantísimo. Porque si yo hacía muy bien Mónaco, pero quedaba mal con Bélgica había quedado mal con Bélgica y no tenía tiempo de ni capacidad para recuperar eso que había hecho mal.
Esos 158 días seguidos en Sevilla en la exposición universal me sirvieron de escuela fundamental para mi trabajo posterior.
Los 158 días que vivimos peligrosamente (…) Recuerdo una actividad continua, la sorpresa de decir bueno hoy estoy con Fidel Castro, mañana estoy con Carolina de Mónaco, pasado mañana estoy comiendo con Gabriel García Márquez…
Mª Teresa Otero
P: En esos 158 días, ¿su trabajo era la gestión de esas personalidades?
R: Mi trabajo consistía en organizar el programa que iban a tener durante todo el día en su visita a la exposición, desde las 10 de la mañana que llegaban hasta las 4 a las 5 de la tarde después de comer que se iban, y luego por la noche también estaba yo acompañándoles.
En el intervalo de la tarde solía estar en el despacho preparando las visitas de los días siguientes. O sea que era la planificación y programación del día y luego el seguimiento in situ de la actividad. Era un trabajo importante porque los grupos eran, por ejemplo, de 60 personas que podían venir con un rey, y los menos que venían, a lo mejor eran 10 o 12 con una empresa pequeña pero cada día era un reto distinto.
P: En ese momento y en otros trató usted con muchísimas personas de otros países como reyes y gobernantes. ¿Se aplica el protocolo en España de la misma manera que en el resto de los países?
R: No cada país tiene su propia normativa de protocolo, hay muchos países que tienen decretos de protocolo y otros que no tienen decretos. Pero hay una costumbre y una manera de hacer las cosas de manera tradicional, y por tanto se aplica la normativa de protocolo del país en el que se está. Luego hay unas normas de cortesía internacional que funcionan, por ejemplo, entre países del mismo ámbito cultural, porque los países árabes no son iguales que los países europeos, entonces hay muchas diferencias culturales. Lo que sí es fundamental es aplicar la normativa del país en el que se está, que es la que manda.
P: Y en ese sentido, ¿encontró alguna dificultad a la hora de gestionar el protocolo?
R: No, en la Expo no porque era nuestra normativa la que se aplicaba. Entonces yo me limitaba a aplicar mi normativa. Y la verdad es que, por lo general, las personas que venían y los equipos que venían estaban muy acostumbrados a tener relaciones internacionales, no hubo muchos problemas en ese sentido.
Quizá únicamente hubo alguna incidencia entre alguna comunidad autónoma y el gobierno central por cuestiones propias del momento, estábamos en plena transferencia y bueno, cuestiones que todavía hoy están sobre el terreno, pero nada más.
P: ¿Qué sensaciones recuerda de aquella exposición?
R: Siempre he dicho que fue el año que vivimos peligrosamente, como la película, los 158 días que vivimos peligrosamente. Recuerdo una actividad continua, la sorpresa de decir bueno hoy estoy con Fidel Castro, mañana estoy con Carolina de Mónaco, pasado mañana estoy comiendo con Gabriel García Márquez a mi derecha y con José Saramago a mi izquierda y estoy paseando a Kiri Te Kanawa, la cantante de ópera o comiendo con Plácido Domingo o yendo al musical de Andrew Loyd Webber… O sea, fue un chute absoluto de vitalidad y de adrenalina, de decir esto que estoy viviendo ahora nunca más en la vida lo podré vivir. Repetir 158 días seguidos de este nivel es imposible.
Recuerdo también la inconsciencia de no darte tanta cuenta. Me hubiera gustado ser más consciente de lo que fui, es lo que desde ahora ya con la edad se piensa, haberme hecho más fotos, haber guardado más recuerdos…
P: ¿Qué consejo les daría a las nuevas generaciones que en unos años ocuparán puestos de gestión de eventos y de protocolo?
R: Que se formen, que se formen, que se formen. Cuando yo empecé a trabajar no había estudios de protocolo, había un libro de protocolo que era un libro negro que me lo regaló un amigo y yo empecé a leer ahí que hablaba de cómo se organizaban los congresos. Pero hoy día tenemos un decreto, tenemos un montón de normativa oficial, tenemos grados en protocolo, de organización de eventos, hay másteres oficiales y no oficiales cursos de formación… Cantidad de profesionales magníficos que están ahí trabajando todos los días.
Lo fundamental es que a las personas que de verdad les gusta este mundo sean conscientes de que sin una base cultural y formación humanística importante, no van a ser capaces de gestionar después. Porque no es solo la técnica, hay que aplicarla a un objetivo, a un estrategias empresarial o corporativa, y eso exige un fondo que te permita proyectar hacia el exterior y tener una capacidad de decisión que no es decidir si pongo la bandera a la derecha. Es decidir si tengo que poner banderas o no y cuáles tengo que poner.
Eso exige una profundización más en la historia, en la economía, en la política, geopolítica… Hay que formarse, que se formen, es lo único que hace falta.
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