Al igual que sucede con las relaciones públicas, la conceptualización del objeto material del protocolo ha sido percibida de forma errónea. Fuente (2010:27) sostiene que “en el mundo de la empresa, se prefiere hablar de relaciones externas, comunicación institucional o responsable de eventos, antes que de Jefe de Protocolo, pues en el campo privado no hay protocolo, sólo actos”. Es tal el desconcierto, que incluso la Real Academia Española queda obsoleta con su definición sobre protocolo, cuando la describe como “regla ceremonial diplomática o palatina establecida por decreto o por costumbre”. Únicamente se contempla como la parte oficial o diplomática de un acto.
El protocolo actual no se queda anclado simplemente en la jerarquización de un acto, su ceremonial y la simbología en él establecida. Es importante no olvidar el concepto antiguo del protocolo, aunque es cierto que hasta hace bien poco se vinculaba principalmente a la Historia: cómo se comportaban los reyes y nobles, qué reglas y pautas seguían, que ceremonial llevaban a cabo en cada momento en sus actos protocolarios. Esas eran algunas de las cuestiones que definieron el protocolo como tal en las instituciones y la realeza, como especifica Fernández (2013:6).
El protocolo actual no se queda anclado simplemente en la jerarquización de un acto, su ceremonial y la simbología en él establecida.
Actualmente se erige como una disciplina en busca de su estatus científico, y los académicos la abordan y la conciben como una vertiente que forma parte de la rama de las Ciencias de la Comunicación y, por ende, de las Ciencias Sociales. Tanto es así, que los investigadores enmarcan el protocolo como una herramienta de comunicación fundamental para transmitir la imagen de las organizaciones e instituciones.
Sierra (2008:340) interrelaciona la comunicación con el protocolo, estableciendo la siguiente idea:
“queremos mostrar que el protocolo no es una cosa obsoleta, de otros tiempos, sino especialmente de éstos, que no se circunscribe a los modos exquisitos de círculos selectos, sino que se ha convertido en una especie de producto de consumo masivo, que se requiere en múltiples ocasiones y que se ha extendido por todas partes. Este protocolo del siglo XXI se centra en la comunicación de un mensaje. Éste es transmitido de forma sencilla y con un lenguaje de gestos y signos principalmente. El protocolo actual, por tanto, gestiona el proceso de comunicación que genera la simbología del ceremonial que lo rodea. La gestión del impacto comunicativo que proyectan los actos públicos requiere un diseño profesional de su proyecto, una cuidada planificación y una detallada organización”.
El protocolo no es una cosa obsoleta (…). Es fundamental para la gestión del impacto comunicativo que proyectan los actos que requieren un diseño profesional.
Marín Calahorro (1997) sostiene que: “el protocolo es un componente indispensable de las más variadas actividades de la sociedad actual, y afecta a todos los ámbitos de las relaciones humanas, desde los actos militares hasta las relaciones internacionales y diplomáticas”
Conclusión
Muchos son los autores que empiezan a asumir esta nueva contextualización del protocolo, entendiéndolo no sólo como herramienta institucional, sino también empresarial. El protocolo no sólo se enmarca en la esfera pública y privada, sino que dentro de cada una de ellas, existen infinidad de variables en las que dicha disciplina puede ser útil y necesaria en la consecución de los objetivos de las organizaciones.
Fuente: La industria creativa de la organización de eventos y el protocolo: análisis bibliométrico de contribuciones académicas, de Laura Herrero (Directora del Experto Universitario en Organización de Eventos, Protocolo y Comunicación; Assistant Manager, Calidad y RRPP en IMEP).
Este artículo tiene licencia Creative Commons. Foto: Flickr de Hernán Piñera.
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